Gesto por la Paz siempre reivindicó el derecho a la vida frente a la oferta de muerte que planteaba el terrorismo y la violencia ilegítima que, en ocasiones, se ejercía desde el Estado. En esta defensa a ultranza de la vida, se incluía también la defensa de la vida de las personas que morían en el ejercicio de sus actos violentos.
La manifestación contra todas las muertes otorgó una importante cota de coherencia a la organización ante un amplio sector de la sociedad y era un principio asumido por todos los miembros de la organización. En la práctica era una condición sine qua non para formar parte de Gesto por la Paz. De hecho, en diciembre de 1993, se convocó una cadena humana con el lema Unidos por la paz y la reconciliación, que trataría de unir Billabona y Bentaundi, los lugares donde fallecieron "las primeras víctimas de la violencia y del terrorismo".
Esta cuestión constituyó, desde los inicios de la organización, uno de los principios más difíciles de entender y compartir tanto por la gente cercana a Gesto por la Paz como por una parte importante de la sociedad. De hecho, la asistencia de gente a estos gestos era menor.
Por otra parte, la
llamada izquierda abertzale nunca soportó que Gesto por la Paz se
rebelara también contra los que ellos creían "sus muertos". Uno de los
capítulos más reveladores de esta situación fue en 1989, cuando dos
miembros de la extrema derecha asesinaron a Josu Muguruza: los
asistentes a la mayoría de los gestos fueron atacados física y
verbalmente. No fue el único casoAnexos: El Correo gesto etarras
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Y lo que para algunos fue coherencia en los inicios, tiempo más tarde se convirtió en el objeto de duras críticas. Estas críticas públicas exigieron una respuesta. Dos de las reflexiones más acertadas sobre por qué Gesto por la Paz se manifestaba en contra de todas las muertes son las de Imanol Zubero y de Ana Rosa Gómez Moral.
En cualquier caso, los gestos por la pérdida de cada vida no dejaron de realizarse en los 28 años de existencia de Gesto por la Paz.