Manifestación 1999

La paz es el camino

Bilbao, 30 de Enero de 1999 

Manifiesto

La paz no es un destino, sino el modo como hacemos, todos los días, nuestro viaje vital junto a otros seres humanos. La paz no está en ninguna de nuestras metas, sino en la manera de perseguirlas. La paz no es un fin, sino el medio en el que la convivencia alcanza la más elevada dignidad. Además, cuando se consigue, la paz se convierte en una de las creaciones humanas de más alta cualificación, porque, a diferencia de la violencia, para la que una persona basta, la paz necesita la participación constante de todas para ser posible.
Hay muchas razones para la paz. Hoy, podemos nombrar siete: José Ignacio Iruretagoiena, Ascensión García, Alberto Jiménez, Tomás Caballero, Alfonso Parada, Inazia Ceberio y Manuel Zamarreño. El contraste que produce la pérdida de estas vidas, justo el mismo año que será recordado como el del cese del terrorismo, pone de manifiesto que sólo quienes han tenido la voluntad de ejercer y apoyar los métodos violentos son responsables de sus actos y de sus irreversibles consecuencias. Así pues, exigimos que terminen, de una vez por todas, las expresiones de violencia o de su amenaza, ya que la instrumentalización de la vida y de sus derechos básicos constituye la más grave de las injusticias que un ser humano puede cometer con otro.
Ni las víctimas del año pasado ni todas las que les precedieron podrán, ya, desarrollar la potencialidad de su existencia. Por eso, todos nosotros y nosotras debemos asumir el compromiso de mantener una memoria viva que incluya su recuerdo como elemento fundamental en el ejercicio de la paz. Asimismo, la comprensión de la hondura y de la intensidad del sufrimiento de sus seres queridos debe convertirse en una solidaridad sincera que les dignifique y les haga recuperar la confianza en la comunidad en que convivimos.
Por otra parte, está claro que hay quien debe trabajar más a fondo para reconocer el valor universal de la condición de persona, pero eso no significa que el resto de quienes formamos la sociedad no debamos, siempre y en cualquier caso, profundizar en valores humanos que nos ayuden a perfeccionar nuestro sistema de convivencia. De esta forma, nuestra concepción de la paz como camino nos exige la superioridad moral de hacer extensivos todos los derechos que queremos para nosotros y nosotras a todas las personas sin excepción, incluidas aquellas que no los respetan.
Cada cual debe cumplir, desde el lugar que le corresponda, con la responsabilidad de asumir los valores éticos, humanitarios y democráticos como una forma de vida y de ejercitarlos con coherencia en todos los ámbitos de su existencia. En este sentido, debemos apelar a nuestros legítimos representantes para que realicen un esfuerzo especial en la creación de espacios de diálogo y de confianza mutua que posibilite la búsqueda de los mayores consensos posibles. Han de ser conscientes de que sus actitudes no sólo pueden favorecer los acuerdos, sino que, además, tienen un fuerte efecto pedagógico que contagia a toda la ciudadanía.
En definitiva, todos y todas somos necesarios a la hora de hacer lo que esté en nuestra mano, por pequeño que parezca, para conseguir una sociedad en la que caminemos sobre la base de los derechos humanos y del respeto mutuo. Sólo entonces podremos decir, no que estamos avanzando hacia la paz, sino que la hemos alcanzado ya.

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Gesto por la Paz
Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria