Centros de enseñanza

Desde Gesto por la Paz tratamos de dar un impulso a la Educación para la Paz en un entorno que no era especialmente favorable. En este sentido, se debe valorar la gran importancia y el valor añadido que tuvo el surgimiento de grupos de Gesto por la Paz en ámbitos educativos, tanto de enseñanza secundaria como universitaria. Esta irrupción en los centros de enseñanza supuso un compromiso contracorriente con la línea que seguían muchos estudiantes.

La implantación de Gesto por la Paz en colegios, ikastolas, institutos y universidades siguió el mismo camino que el resto de grupos que formaban parte de la organización. El rechazo frontal a la situación de violencia que se vivía en el País Vasco y Navarra, así como el deseo de contribuir a una sociedad en paz y libertad animaron a personas de los distintos estratos de los que se nutre comunidad educativa a crear grupos que, paulatinamente, fueron integrándose en la Coordinadora. 

Al igual que en el resto de la sociedad, la violencia se había introducido en las aulas. Ello suponía un freno importante para el normal desarrollo de la vida académica. Durante todos estos años la comunidad educativa no se libró de los zarpazos de la violencia: Ernest Lluch, Francisco Tomás y Valiente, Manuel Broseta o José María Lidón, entre tantos otros, ingresaron en el siempre demasiado extenso listado de víctimas del terrorismo. 

Por otro lado, muchos miembros de la comunidad educativa fueron objeto de amenazas y persecución por rebelarse ante la dictadura de la violencia y pensar en libertad. Para hacer frente a esta situación, en los centros de enseñanza se organizaron actividades de denuncia, campañas de concienciación, conferencias, recogidas de firmas, etc. Así mismo, en la medida de las posibilidades se intentó ofrecer el apoyo y el calor que estas personas necesitaban.

Dentro de todas las actuaciones que se llevaron a cabo, merece la pena destacar la denuncia pública de las amenazas sufridas por estudiantes del Instituto Agustín Iturriaga de Hernani, insultados y apedreados al intentar manifestarse, a finales del año 1995, para denunciar un atentado en Madrid. 

Uno de los problemas específicamente relativos a la juventud al que se quiso hacer frente fue el intento de manipulación y monopolización por parte de la llamada izquierda abertzale de un colectivo tan plural como la propia sociedad vasca. Gesto por la Paz defendió que la juventud vasca no era patrimonio de nadie, sino que era diversa y variada en sus posiciones ante la identidad y el conflicto político y ante el presunto papel específico que la minoría violenta pretendía reservar para los jóvenes. Frente al riesgo de que el discurso de la minoría violenta se impusiera como la manifestación más visible de la juventud -en medio del clima de desinhibición de una mayoría social ante las consecuencias trágicas de la violencia-, se quiso elevar otra voz firmemente anclada en el pluralismo y la tolerancia. 

De forma natural, el lenguaje empleado giraba en torno a la idea de “insumisión” ante el intento permanente de monopolizar la imagen de la juventud vasca y de amedrentar a quienes decidían expresar públicamente su rechazo a la violencia. Los miembros más jóvenes de Gesto por la Paz quisieron reivindicar el pluralismo y la diversidad como principales notas características de la juventud vasca y navarra, en contraposición al burdo intento por parte las organizaciones juveniles de la izquierda abertzale de arrogarse el uso exclusivo (o de monopolizar, si quieres) de ciertas connotaciones tradicionalmente asociadas a la juventud, como la idea de rebeldía, de lucha, de radicalidad o de cambio social.

La defensa de esta característica insoslayable de la pluralidad y diversidad de la juventud exigía reivindicar nuestro derecho a una enseñanza plural y sin imposiciones, que contribuyese a la formación de un espíritu crítico que hiciera posible la convivencia. En los centros educativos donde estaba presente Gesto por la Paz se propugnó, a través de acciones formales e informales, que la educación fomentara valores como la tolerancia, la aceptación del pluralismo y del conflicto inherente a las sociedades complejas, el análisis crítico de la realidad, la revisión crítica de los mitos e ideologías que compiten por el discurso social y los principios de la resistencia pacífica frente a la violencia y la desobediencia no violenta frente a la imposición. 

Desde Gesto por la Paz se hizo un llamamiento a vencer el miedo que buscaba acallar nuestras conciencias y a ser firmes ante la violencia. La indiferencia y los ojos cerrados constituían el cauce preferido para los pobres argumentos de la violencia, las grietas por las que se cuelan la intolerancia y el fanatismo. Trabajar activamente por la paz y la educación para la paz era un cimiento irrenunciable de una sociedad justa y fuerte. Por eso, involucrar al conjunto de la comunidad educativa en la denuncia de la violencia y en el trabajo por la paz era algo necesario, no sólo como una muestra de salud democrática, sino como vía para recuperar el papel de compromiso ciudadano del que especialmente la universidad nunca debe abstraerse. 

Se consideró que una de las misiones fundamentales de la universidad era fomentar un pensamiento crítico que permitiese el libre intercambio de ideas y, de este modo, aportar un granito de arena a la formación de ciudadanos y ciudadanas libres.

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Gesto por la Paz
Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria